Cabañeros

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Declaración oficial como parque nacional

En el corazón de la península ibérica, entre las provincias de Toledo y Ciudad Real, se encuentran los Montes de Toledo. En el año 1983, todos los medios de comunicación nacionales hablaban de los mismo: la instalación de un polígono de tiro para el entrenamiento militar del Ejército del Aire, en una de las fincas más famosas del país: Cabañeros.

 

Tras un gran polémica mediática, el 3 de junio de 1987, el Consejo de Gobierno de la Junta de Comunidades de Castila-La mancha aprobó la resolución de declarar Cabañeros como espacio natural protegido. Ocho años más tarde, se convirtió en Parque Nacional.

 

 

Prehistoria de Cabañeros

Hace 70.000 mil años, en el achelense superior, aparecen las primeras huellas de ocupación humana en los Montes de Toledo. Sin embargo, las primeras poblaciones pertenecen al paleolítico inferior, cuando el clima fue favorable desde el interglaciar hasta el comienzo de la glaciación de Würm.

 

En el paleolítico medio aparecen varios yacimientos del Musteriense con una población mayor que se sitúan en Pueblonuevo del Bullaque, Porzuna y Horcajo de los Montes. Su industria estaba basada principalmente en las raederas, bifaces y hendedores. A día de hoy puedes encontrar muchos de estos instrumentos prehistóricos en las riberas de los ríos.

 

Durante la Edad de Bronce, los poblados tienden a instalarse en zonas de mayor altura, como cerros o castellones. Son pequeñas fortificaciones adosadas al terreno con paredes de tapial, que se alzan sobre zócalos de manponsetería con sección trapezoidal. En la llanura entre Alcoba y Porzuna encontramos muchas de estas construcciones, asociadas a la vigilancia del paso de los Montes de Toledo por la boca De la Torre. En el Brocen final, las cabañas empiezan a coger protagonismo como estructura de asentamiento y perdurarán hasta mediados del siglo XX, dando origen al nombre de Cabañeros.

 

Época romana y visigoda

Los romanos conquistan la zona de los montes de Toledo en la primera mitad del siglo II a.C. Vemos asentamientos del 192 a.C. para controlar y consolidar las rutas comerciales entre Toledo, Mérida y Córdoba. Su calzado, que es de tierra y empedrado, concurre con las actuales vías pecuarias, en especial, con la famosa Cañada Real Segoviana. 

 

En la época visigoda y posterior reconquista, la cristalización y el poder de la Iglesia juegan un papel determinante en la protección y preservación de los Montes de Toledo. Existen varios conventos en la comarca, entre los que destaca monasterio visigodo de Melque, que mezcla arquitectura romana con elementos procedentes de Siria y Jordania. De esta época existe un dato curioso que se dio en el 584, en medio de la guerra civil entre Leovigildo y Hermenegildo, que es la plaga de langosta que durante 5 años se propagó afectando a árboles, viñas, bosques, frutos y pastos. Lo cual, también provoco reiteradas hambrunas.

 

Época árabe de Cabañeros

Desde la invasión islámica en el siglo VIII, cabañeros perteneció al territorio del Califato de Córdoba. Las vías romanas se fortificaron a raíz de los constantes enfrentamientos. Cuando cayó el Califato, el territorio pasó a manos del reino de Taifa de Toledo hasta finales del siglo XI. Las guerras no cesaron hasta el siglo XIII. Cabe destacar, la historia del rey Carchena, que organizó una comunidad llamada los “golfines”, que eran un grupo de bandoleros que no querían vivir bajo el sometimiento de reyes o señores y querían ser libres.

 

De esta época y la posterior reconquista, persisten algunos restos como son la Torre de Abraham o la fortaleza de Milagro. También hay unos baños termales del siglo XI en Navalpino y Fontanarejo.

 

Edad Media. Los señores de Cabañeros

La repoblación de los Montes comienza en el reinado de Alfonso VIII (1126-1157). Los templarios y más tarde el caballero Alfonso Téllez de Meneses hicieron cabeza de puente para la ocupación, con el fin de controlar los pasos hacia Extremadura y el río Guadiana. Posteriormente, el Arzobispo de Toledo, Jiménez de Rada, compró el territorio.

 

La historia de los Montes da comienzo en el año 1243, con la permuta por parte de la Iglesia al rey Fernando III por la ciudad de Baza y la villa de Añover del Tajo. Más tarde, el rey vendió la propiedad a la Ciudad de Toledo por 45.000 maravedíes. El dominio perdurará más de cinco siglos, y junto con la orografía es los responsable de la conservación de la flora y fauna.

 

La política de altos impuestos en la zona provocó la ausencia de creación de poblados. Al famoso impuesto dozavo, se le sumaban otros fijos como el “humazgo” –que abonaban Los Yébenes y Marjaliza–, el “situado fijo”, de tipo territorial y otros impuestos irregulares, como el “portazgo de Puerto Marchés”, relacionado con el paso; o el “acogido de ganados”, en el que se pagaba por la trashumancia. Los vecinos de Toledo solo podían acceder a los Montes para extraer madera, leña, carbón, etc. o para fines ganaderos o apícolas. Además, los pocos núcleos que había de población tenían prohibido roturar, y solo podían realizar rozas para sembrar pan en zonas de monte pardo (jarales o brezales) que después tenían que abandonar.

 

Esta relación feudal tan desmesurada y abusiva por parte del Dominio Señorial provocó enfrentamientos constantes. Con la llegada de la Ilustración, a finales del siglo XVIII, se originó el movimiento para separarse de Toledo. En 1820, nace el manifiesto donde los pueblos de la zona rechazan la relación de vasallaje. Un año más tarde, Francisco Martínez Robles presenta en las Cortes una memoria en la que expresa las terribles condiciones impositivas y la gestión déspota. Finalmente, entre los años 1823 y 1837, se abolieron todos los derechos señoriales y comenzó la desamortización que derivó en la privatización total de los Montes.

 

La segregación de Toledo

Una vez separados, los montes quedaron eximidos de impuestos como el mencionado dozavo y se dividieron en 16 términos municipales, que constituían las poblaciones que estaban asentadas. Dentro de la superficie territorial, una parte se destinó a repartir terrazgos para que los vecinos pudieran cultivar. La otra parte se dividió en dehesas para su futura desamortización en subasta pública. Las ranas, que eran las zonas fértiles más próximas a los pueblos se roturaron.

 

A día de hoy, se puede apreciar en todo cabañeros la impronta indeleble del hombre a lo largo de la historia. Las zonas más alejadas a las poblaciones han mantenido el bosque intacto e imbatible. No obstante, aún quedan restos del carboneo de comienzos del siglo XX, y en algunas partes del bosque encontramos tocones, veredas y horneras.

 

Consecuencias de la privatización

El proceso de desamortización duró unos 25 años, durante este tiempo, las actividades que se realizaron fueron similares a la etapa señorial, aunque con una mayor intensidad gracias a una presión fiscal mucho menor.

 

Se produjo una drástica disminución de las rozas por incendio para la siembra de cereales que, con sus dilatados ciclos de dos décadas, habían afectado a las características vegetales de la raña. Este sistema de cultivo desapareció cuando los pobladores pudieron aprovechar las tierras cercanas a su residencia. Por otro lado, la ganadería se convierte en la principal fuente de rentas en las llanuras de piedemonte. Esta es una de las razonas por las que se aclaran los montes bajos. Asimismo, el carboneo, que estaba limitado en la época señorial, logra una mayor importancia y aprovecha las leñas de encina y brezo de las ranas y la sierra. Por último, las “sacas de madera”, que afectan a especies de gran valor como el roble, el quejigo o la encina, son otra de las actividades que alteraron las masas de monte alto de la sierra. Un informe de la clasificación de montes públicos de 1859 apunta que esta forma de explotación de las 10 dehesas de monte meridional de cabañeros han sufrido un deterioro importante.

 

Fue en el año 1860 cuando se pusieron en venta “las dehesas” en el Boletín de Venta de Bienes Nacionales. Las tierras fueron subastadas a los primeros particulares, y ya por aquel entonces se inicia la integración completa del parque bajo una misma propiedad. La adquisición final de siete propiedades en 1941 da lugar a la aparición del nombre “Cabañeros”, un latifundio que abarca prácticamente todo el parque natural.

 

La cinegética se pone de moda

Tras la segregación de cabañeros, las propiedades se dividen en dos grupos.

-Las tierras cercanas a los pueblos, situadas en los antiguos lugares accesibles por los pobladores.

-Las tierras compradas por la burguesía mayoritaria de Madrid.

 

En esta última, cambia el uso tradicional del territorio y se limitan los accesos. Por ende, a principios de siglo XX, habitaban 25.600 personas en los Montes, que disponían de 131.500 hectáreas para cultivar. Mientras, existían otras 183.750 hectáreas comprendidas en 112 fincas que no tenían acceso. Esta situación determina una reducción del espacio utilizado por habitante del 88 por ciento desde mediados de siglo XIX al siglo XX. Desde 1930 hay una superpoblación del espacio disponible.

 

En la primera mitad del siglo XX, hay un aumento demográfico considerable y una tendencia a la concentración de la propiedad que derivó en algunos conflictos sociales. Tras la guerra, la autarquía impulsa una explotación superior del territorio, aumentando la población monteña, sobre todo en sectores no agrícolas: pastores, cabreros, carboneros, leñadores, etc.

 

El auge y la industrialización de las ciudades motiva una crisis demográfica desde los años 50 que ya no dejará de cesar. Se pierden de media 1.300 habitantes por año de 1960 a 1965. En los años 80, las fincas con zonas de bosque cuadruplican su precio porque se hacen usos cinegéticos. De esta forma, disminuye la activad tradicional de explotación por la caza.

 

Reforma agraria

A finales de la década de los cuarenta, el instituto Nacional de Colonización realizó estudios para expropiar varias fincas de los Montes de Toledo. En Cabañeros, que fue una de ellas, se propuso una roturación de 6.000 hectáreas de la caña central. En los setenta, al nordeste de cabañeros, se construye el embalse de “la Torre de Abraham”, que modificó el entorno del parque con una deforestación y puesta en regadío de 7.000 hectáreas

 

 

 

 

CLIMA DE CABAÑEROS

El clima de Cabañeros presenta características climáticas mediterráneas. Tiene un largo periodo de sequía estival y lluvias durante la primavera y el otoño. Suele nevar una vez al año. Sin embargo, debido a la riqueza y diversidad de su medio natural, cuyo factor relieve tiene mucho que ver, los rasgos climáticos varían según la zona. Así, en las zonas del norte prestan un clima de tipo oceánico.

 

GEOLOGÍA DE CABAÑEROS

El parque, situado entre las provincias de Toledo y Ciudad Real, pertenece al sistema ortográfico de los Montes de Toledo. Comprende la mitad meridional del macizo del Chorito y la parte superior de la Raña De Santiago que, a su vez, linda por el sur con la Sierra de Miraflores. El pico más alto es el Macizo del Rocidalgo, con una altitud de 1488 metros.

 

Los materiales geológicos se organizan en dos grandes conjuntos: rocas detríticas y una cobertera reciente. Las rocas detríticas se depositaron en un ambiente litoral hace 500 millones de año, mientras que la cobertera tiene un origen continental con apenas 3 millones de años, y está relacionada con los constantes cambios climáticos de fines del terciario y comienzos del cuaternario.

 

Las zonas montañosas que denominamos sierras están formadas por materiales paleozoicos, como son la cuarcita ordovícica y las pizarras silicuas de edad cámbrica. Las famosas rañas, por su parte, pertenecen al ya mencionado periodo de las coberteras, formadas por el arrastre de los materiales provenientes de laderas y de piedemonte hacia los valles. Estas llanuras están formadas por arcillas y cantos de cuarcita.

 

Este relieve típico de Cabañeros se le conoce como relieve apalachense, y se caracteriza por la resistencia y dureza a la erosión que oponen las unidades cuarcíticas paleozoicas, unidas  hace más de 300 millones de años durante la orogenia varística.

 

Las zonas de unidades cuarcíticas del Ordóvico inferior y la cuarcita armoricana – de hace 465 millones de años– presentan una zona fosilífera importante. No son fósiles de organismos propiamente dichos, sino más bien, son huellas fruto de la actividad de estos seres, y se les conoce como icnofósiles. Destacan las pistas de reptación de trilobites, cruzianas y gusanos gigantes.

 

HIDROGRAFÍA DE CABAÑEROS

La red hidrográfica de Cabañeros se compone de más de 40 kilómetros de ríos permanentes y 1000 arroyos temporales. El espacio del parque está situado en casi toda su totalidad en la cuenca del Guadiana, más concretamente entre dos de sus afluentes, el Bullaque y el Estena. Sendos ríos tienen su cabecera en los Montes de Toledo, que actúan como línea divisoria con la cuenca del río Tajo.

 

Mientras que el río Estena junto con sus tributarios arroyos –como el Valdelayegua o el Peralosas– ha excavado un gran valle rico en paisajes bellos; el Bullaque no ha concebido valles que se diferencien en demasía de la raña. De hecho, posee partes mal drenadas que forman charcas como en la zona de Los Esmataos. El río Estena, con una longitud de 77 kilómetros y atravesando 40 del parque nacional, procede del macizo del Rocigalgo y desemboca en el río Guadiana a la altura del embalse del Cíjara. Además, su gran estado de conservación le permite acoger un gran diversidad de especies endémicas de peces, muchas de ellas en peligro de extinción, como es el caso de jarabugo.

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Mirador de Cabañeros

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